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Angahuan, sus plieges

y elvira

Por sus calles se les ve caminando con sus faldas de enormes pliegues, o como ellas les llaman: rollos.Se menean de un lado a otro al andar. Sus hombros y cabezas van cubiertas por sus rebozos. Esta es tierra de reboceras natas. A los hombres casi no se los ve. Los que no se han ido "al norte" trabajan haciendo huacales para la industria aguacatera. 

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Asómate adentro de las casas. En ellas las mujeres tejen, urden, brocan, bordan. Una puerta abierta, una invitación a pasar. Elvira está ahí sentada como todos los días. Siempre mirando hacia la misma pared.

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Recién termina un rebozo y empieza uno nuevo. Urde, teje, broca. Casi en automático repite una y otra vez procesos sumamente meticulosos. Cuenta hilos, levanta hilos. Sus hijas la miran y participan. Prácticamente ningún rebozo lo hace en su totalidad una sola persona. Las labores en la familia se dividen. Una teje, otra hace el empuntado. Cada quien tiene su especialidad. 

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Detrás de cada rebozo michoacano ha una infinidad de historias, de atardeceres, de pirekuas y de pasos andados entre pliegues e hilos.

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